REVOLUCIÓN CUBANA




El último ejemplo de sistema comunista que ha sobrevivido al colapso de la URSS lo encontramos en América. En 1959, un movimiento guerrillero liderada por Fidel Castro desalojó del poder a la dictadura corrupta y represiva de Batista. La revolución triunfante tenía un carácter populista y fuertemente nacionalista. Este sentimiento nacionalista, en el caso cubano, equivalía a un fuerte antiamericanismo. La hegemonía estadounidense que había sucedido al dominio español en 1898 había desarrollado este sentimiento en amplias capas de la población.
La guerra fría decidió el futuro de la revolución cubana. Las primeras medidas económicas del nuevo gobierno de Castro afectaron a los poderosos intereses económicos norteamericanos en la isla y el enfrentamiento se hizo inevitable. Mientras se iniciaba el éxodo de una parte importante de las clases medias hacia Florida, Castro endureció su dictadura y aceleró la deriva hacia el comunismo. Este proceso de radicalización culminó con la declaración del carácter comunista de la revolución el 16 de abril de 1961, un día después de que un contingente de exiliados cubanos, financiados y organizados por la CIA norteamericana, fracasara en su intento de invadir la isla en la Bahía de Cochinos.

La crisis de los misiles puso de manifiesto en 1962 el total alineamiento de Cuba con la URSS. Tres años después se creó el Partido Comunista de Cuba que ha monopolizado el poder político en la isla hasta nuestros días. En el terreno económico, el embargo norteamericano, que impide cualquier comercio con la isla, fue contrarrestado con la ayuda masiva soviética. No obstante, la, a menudo errática, política económica de Fidel Castro ha dado unos resultados muy pobres en un país que era uno de los más ricos de Hispanoamérica en 1959. Esta difícil situación se vio muy agravada con el fin de la URSS y el cese de la ayuda económica soviética. Se inició lo que el régimen denominó “régimen especial”, caracterizado por las privaciones de la población.




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