Las Guerras del Opio
Estas tuvieron lugar en un
contexto de Imperialismo militar y económico por parte de las potencias
occidentales. Durante el siglo XIX, su expansión por todo el mundo conocido les
llevó a desear imponer su autoridad al resto de civilizaciones, alegando una
supuesta superioridad sobre las demás.
En ese
contexto, el choque entre la civilización occidental y la china tenía que ser
violento, puesto que la política tradicional del gran imperio asiático era el
aislamiento y la negativa a tratar con extranjeros, por lo que mucho menos iba
a aceptar imposiciones.
La
insistencia europea y las amenazas veladas hicieron que se abrieran algunos
puertos más, como Shanghai, pero la situación tenía que romperse por las
exigencias occidentales y la negativa china a otorgar más concesiones.
El momento
de ruptura llegó en 1839, cuando el comisionado de comercio del Emperador
Chino, Dao Guang, decide poner fin al expolio al que se ven sometidos. El
origen de estas prácticas comerciales fraudulentas estaba en la falta de
regulación comercial que había caracterizado al Imperio Chino desde tiempos
históricos, situación que habían aprovechado las potencias occidentales para
poner en práctica el contrabando, sobre todo en productos muy demandados, como
el té y el opio.
El
comisionado chino Lin Zexu decide obligar a las delegaciones extranjeras a
entregar todo el opio que tengan, para una vez requisado, tirarlo al mar. Este
hecho fue considerado como una afrenta por el gobierno Británico y declaró a la
guerra a China.
Estas
hostilidades comenzaron con la llegada de una flota de guerra al puerto de
Cantón, que es bombardeado sin encontrar resistencia por parte de ejército
chino, escasamente preparado para enfrentarse a los cañones de largo alcance de
los barcos ingleses.
Las
hostilidades continuan con el ataque a Shanghai y Nankín, la antigua capital
imperial. allí, el gobierno chino se da cuenta que no puede enfrentarse a Gran
Bretaña y firma el acuerdo de paz de Nankín, por el que permite el
establecimiento de múltiples puertos abiertos al comercio con Occidente, así
como la aceptación de la jurisdicción especial de la delegaciones europeas y lo
más degradante, la entrega de la ciudad de Hong- Kong al invasor Británico, que
la conservaría en su poder por espacio de 99 años.
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