La
derrota china
Luego de las guerras del opio, las naciones
occidentales entraron con mucha fuera al Imperio Oriental. El tratado de
Nanking de 1842, supuso la llegada de las potencias del mundo moderno a China.
Los países occidentales se habían abierto paso con violencia.
China se había construido como un estado
independiente y aislado a lo largo de su historia y muchas de las grandes
innovaciones que recibió el mundo habían sido gracias a él. Desde finales del
siglo XVIII el panorama había cambiado por culpa del imperialismo inglés.
La necesidad de abrir nuevos mercados obligó al
Imperio Británico a luchar contra los ejércitos chinos. La victoria al ser
europea obligó a los chinos recibir los productos que se exportaban desde las
colonias inglesas. Luego entraron nuevas factorías de otros países acogidos por
el Congreso de Viena.
Las
intermediaciones occidentales
Para los extranjeros vivir en China se convirtió
en un problema. Todo lo que veían lo criticaban. Es cierto que las costumbres
eran grandes supersticiones para ellos y las llegadas de los grupos religiosos
(especialmente los jesuitas) trajeron caos a la tranquilidad social.
Los convertidos católicos no se acomodaban a la
sociedad tradicional. Ellos eran los primeros en desestabilizar el orden pues
se refugiaban en sus iglesias cuando hacían actos delincuenciales. Comenzó a
nacer un odio xenófobo contra los extranjeros en esta etapa.
Era finales del siglo XIX cuando los extranjeros
tomaron más arraigo en la sociedad china. Se creían invencibles por la
protección que recibían por sus embajadas. Sentían que China era otra colonia y
no evitaban insultar a los ciudadanos orientales como a cualquier dominado.
Las naciones europeas, a excepción de Portugal y
España, se vieron volcadas sobre China sin contemplación. Era la gran
oportunidad de todos y para ello modernizar el imperio era necesario matar las
viejas costumbres y hacer a la gente creyente de la modernización.
Los recursos eran explotados y eso hacía que la
población temiera, pues el culto a los dioses subterráneos y aéreos del Feng
shui, impedía que se extrajeran materias primas, motivo principal del
descontento imperialista.
El apoyo de los gobernantes a la mayoría social
fue grande. Se cubrían los intereses chinos sobre los demás. Los imperialistas
al atacar a los chinos porque impedían el desarrollo del país, hacían surgir el
descontento popular.
La fuerza de la configuración mental era
totalmente contraria al nuevo ideal progresista que llegaba con las máquinas y
los negocios multinacionales. El público no podía soportar tantos cambios que
destruían lo más sagrado que tenían: su cotidianidad.
Los occidentales criticaban fuertemente todo lo
chino. Exclusivamente sus tumbas. Los chinos no tenían espacios delimitados
para sus muertos, por ello en el campo era usual encontrar pequeñas pirámides
que, a los ojos de los occidentales, eran un símbolo de atraso y morbo.
Cuando comenzaron la eliminación de esas tumbas
para colocar carreteras, los chinos hacían boicots o destrucciones silenciosas
del material de construcción. Las fuerzas armadas que estaban para contener
empezaron a ser insuficientes para controlar la furiosa población.
La
rebelión
Entre los grupos inconformes se visibilizaron
los llamados “boxers”. Ellos eran una logia secreta que entrenaba artes
marciales y pululaba ideas contra los misioneros; los consideraban agentes
encubiertos y muchas veces tenían razón.
Los empezaron a matar en las zonas rurales
porque destruían los monumentos sagrados chinos. En Shandong comenzaron
asesinando a los conversos pues aveces eran más peligrosos que los propios
misioneros. Luego se fueron contra los jesuitas, asesinando a cientos.
En la corte Manchú, la emperadora Cixi recibió
mensajes donde le decían que los jesuitas se robaban a los niños para
comérselos, por lo que apoyó la reacción violenta de su pueblo. Culturalmente
se entiende como un mundo industrial quería dominar uno agrícola y este se resistía.
La revuelta de Yihequan era fundamentalmente
contra los intereses industriales de los hombres occidentales antes que un
ataque xenófobo contra los europeos. Sólo que la prensa europea lo hacía ver de
otra manera, pues necesitaban el apoyo bélico para aplastar esta rebelión que
amenazaba con salirse de las manos.
La
retaliación
Las potencias europeas (Gran Bretaña, Francia,
Alemania, Imperio austro-húngaro, Italia) y Japón organizaron un contingente
para aplastar la revuelta. Cuando la emperadora notó la llegada de dicho
ejército no pudo hacer más que declarar la guerra.
El resultado fue desastroso para los chinos.
Muchos murieron en esa retaliación, pues la mayoría de los opositores eran de
la clase popular manchú. El resultado de la pérdida china contra los ejércitos
occidentales que reprimieron totalmente a los boxers fue la caída del gran
Imperio Chino.
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