La Revolución Rusa de 1917, la que
originó grandes cambios, no solo en el interior del extinto imperio zarista,
sino en el mundo entero, cambios que todavía perduran en nuestro planeta. Antes
de 1917, el imperio ruso era gobernado por los zares de la dinastía Romanov; en
su territorio coexistían unas estructuras semifeudales y un capitalismo no muy
desarrollado; en Rusia, mitad europea y mitad asiática, como la caracterizaba
Lenin, la industrialización iba lenta, la sociedad estaba dividida en dos
grupos: los nobles y los campesinos, los obreros carecían de un peso sustantivo
en el imperio, poco a poco alcanzaron a tener gran fuerza socio-económica y
política, en su proceso y destino históricos, que los llevó a ocupar un sitio
dominante en el Estado.
Los últimos zares se esforzaron por
modernizar la economía e introducir reformas sociales; pero, ya era tarde, para
detener el proceso revolucionario que se venía gestando desde 1905, proceso
liderado por un personaje histórico de gran altura teórica y práctica, Vladimir
Ilich Lenin, seudónimo elegido por el joven Ulianov, para su vida futura de
luchas revolucionarias, con el cual, pasó a las primeras páginas del comunismo,
las luchas populares y la historia contemporánea. La genialidad de Lenin radicó
en continuar el marxismo, aplicándolo a un espacio geográfico concreto, Rusia,
para servir de ejemplo, al servicio de todos los pueblos del planeta tierra.
La gran obra
La Revolución Rusa de 1917, dirigida
por Lenin, fue obra de los campesinos, obreros, soldados, vale decir, del
pueblo que logró derrocar el imperio zarista del último monarca, Nicolás II, lo
que produjo la abolición del absolutismo, a la vez que originó el comienzo de
un gobierno provisional que duró poco tiempo, para desembocar en la gloriosa
Revolución Soviética, bajo el mando de Lenin y la instauración del primer
Estado Socialista del mundo, desafortunadamente derrocado a fines del siglo
pasado.
En todo caso, la Revolución Rusa de
1917, debe valorarse como un grandioso hecho histórico de la edad contemporánea.
Resulta un tanto paradójico que la primera revolución socialista triunfante, en
el mundo, se hubiese producido en una nación que no estaba a la cabeza del
capitalismo, que no tenía una tradición política ni ideológica de luchas
populares, que la gobernaba una monarquía repudiada en Europa. No se puede
perder de vista, que esa Revolución estuvo enmarcada, por el conflicto
global de 1914, la Primera Guerra Mundial, que influyó también en la crisis del
imperio ruso de los Romanov, que tenían muchos conflictos diplomáticos con
varias naciones de Europa. La Primera Guerra Mundial fue la causa externa que
contribuyó a la crisis de las monarquías de los Romanov, los Habsburgo, los
Hohenzollern. Este hecho histórico unido al de mayor importancia, la Revolución
Rusa de 1917, comandada por el gran Lenin posibilitó que los bolcheviques
llegaran al poder en octubre de ese año.
De ahí en adelante vino un periodo de
guerras civiles (1918-1921), que fueron ganadas por el ejército rojo, comandado
en su tiempo por Trotski, que era el héroe del momento. Terminadas las guerras
civiles, el Estado y la sociedad soviética pudieron consolidarse y triunfar,
bajo la dirección de Stalin, con sus planes quinquenales. La Revolución Rusa de
1917, tiene una importancia cercana a la Revolución Francesa de 1789, las dos,
pertenecen a la modernidad, marcan hitos de mucha importancia, en la humanidad,
ambas pueden considerarse como proceso de emancipación de los pueblos, la
primera inspirada en el socialismo de Marx, Engels, Lenin; la segunda en el
liberalismo clásico, doctrinal, de los grandes pensadores de los siglos XVI,
XVII y XVIII, al estilo de Diderot, Voltaire, Rousseau, por citar unos
poquísimos ejemplos.
Un vídeo del revoluciónario:
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